Entrevista a Pablo Escobar




 Entrevista con Pablo Escobar


Por Elizabeth Mora-Mass 


«El secreto del éxito del narcotráfico»


   Usted invierte un pesito y se gana $500: Pablo Escobar en abril de 1984


Nota de la editora:


Naciones Unidas. El narcotráfico afecta a 208 estados soberanos y tiene 410 millones de consumidores en todo el orbe.


Fue Pablo Escobar, quien cambió este negocio dándole un enfoque global.


La siguiente entrevista fue realizada en abril de 1984 por Elizabeth Mora, en Medellín, donde trabajaba como corresponsal de El Tiempo. El trabajo fue elaborado bajo la coordinación de Don Enrique Santos Castillo, el legendario editor del primer periódico de Colombia. Elizabeth tuvo el invaluable apoyo periodístico de Juan José Hoyos, jefe de la oficina de “El Tiempo” en Medellín, Gustavo Ramírez, el redactor económico del matutino. José Guillermo Palacio de El Colombiano y José Guillermo Herrera, corresponsal de El Espectador la ayudaron en el enfoque. Rodrigo Pareja, jefe de prensa de la gobernación de Antioquia la aconsejó acerca de cómo y cuándo hacer las preguntas duras.


De igual manera, Elizabeth contó con la valiosa colaboración de doña Eugenia Vélez de González y Arturo Giraldo, profesores de periodismo de la Universidad de Antioquia. El planteamiento del problema y las tesis para hacer las preguntas fueron hechos con la ayuda de Regina Vélez, Alba Zuluaga y María Victoria Mejía, profesoras del mismo claustro. El periodista Fernando Vera, la ayudó a conseguir el apoyo del siquiatra Jorge Posada, quien la entrenó para enfrentar semejante monstruo


El entorno económico- social y los cambios culturales originados por Pablo Escobar y el narcotráfico fueron elaborados con aportes de personajes como Alberto Aguirre, Jorge Valencia Jaramillo, Jaime Sierra García, Jaime Jaramillo Panesso, Jorge Rodríguez Arbeláez, Alberto Faciolince, E. Livardo Ospina, Oscar Peña Alzate, Julián Pérez Medina, José Jota Zuluaga y Leonardo Nieto. Aldemar Betancur, director de Información y Prensa del Colombo Americano de Medellín, colaboró con la documentación de las acusaciones de Estados Unidos y los informes de Naciones Unidas y la DEA.


Más tarde, estas personas junto con otros colombianos y extranjeros conformaron los dos primeros tanques de pensamiento de Medellín: el Grupo Quirama y el Grupo Versalles. La reportera hizo parte de los dos grupos hasta que fue desterrada por sus artículos periodísticos.


Vecinos de la Estación Villa, donde “Los Ositos” (los Escobar Gaviria) vivieron antes de irse a Envigado, contaron sus historias. Guido Parra y Javier (mencionar su apellido no aporta nada a esta nota) consiguieron la cita con Pablo.


La entrevista nunca fue publicada en forma completa-solo se usaron pedazos-debido al asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, ocurrido el 30 de abril de 1984 y a los terribles acontecimientos que siguieron. Hace un tiempo, El Mundo hizo una versión editada. A pesar de haber pasado todos estos años, la entrevista es mucho más válida y entendible hoy día. De igual manera, muestra facetas desconocidas del hombre que le cambió el rumbo a Colombia y al resto del mundo al producir la primera mercancía globalizada de la Tierra, según sus propias palabras. Otra palabra muy suya es “faltón” y todos sus derivados. La usa al estilo de su ídolo, Don Corleone, El Padrino en reemplazo de “le haré una oferta que no puede rehusar”. Esta es la entrevista inédita, sin editar, que supuestamente se iba a publicar en El Tiempo, el 1º de mayo de 1994. La publicación no se hizo debido al asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, acribillado por orden de Pablo.


Por Elizabeth Mora-Mass


La casa es imponente, parecida a un monasterio. Un jardín de ensueño. La puerta es enorme, labrada a mano y los ventanales son de vidrios de colores, como los de las iglesias. Hermosas macetas, llenas de plantas florecidas adornan el amplio corredor. Son las tres de la tarde y a lo lejos se divisa a Medellín.


—Señorita, siéntese que don Pablo ya viene—dijo amable la señora mayor, vestida de oscuro, mostrando una cómoda poltrona, de un juego de seis que había en el corredor.




—Gracias. ¿Dónde estamos? – preguntó la reportera.

— ¿Quiere un café, un refresco, o prefiere almorzar? Ya don Pablo viene—dijo la mujer sin responder la pregunta.


En ese momento apareció Pablo Escobar. Es un hombre joven, un tanto robusto. Bajito. Con un bigotico parecido a Chaplin y/o a Cantinflas. Tiene los ojos pardos, cuando se ríe y/o el tema le gusta, son casi verdes. Pero cuando se enoja, o algo le disgusta, se vuelven oscuros, casi negros y su rostro es como tallado en piedra. Habla suavecito. Casi no se altera. Sus manos son más bien pequeñas, cuadradas, duras. Mirándolo es difícil entender las atrocidades que dicen de él. Vestía un bluyín desteñido, una camiseta roja, mocasines sin medias y tenía el pelo mojado.


— ¿Tuvo un buen viaje?, preguntó.

—Sí, aunque las gafas oscuras que me tuve que poner y los vidrios oscuros del carro no me dejaron ver nada—dijo la reportera.


—Como dicen ustedes los periodistas, son los gajes del oficio. Es mejor que no viera nada y que no sepa dónde queda esta casa. Espero que le guste—respondió sin inmutarse.


—Es preciosa. La puerta, las ventanas, los jardines me lucen familiares…—

—Entiendo por qué lucen familiares. La puerta es una copia de la puerta de la Catedral de Sevilla en España, mandé un man allá para que la copiara. Las ventanas son copia de los vitrales de la Capilla Sixtina en Roma. Los jardines son copia de los Jardines de Versalles en París. Hay otras cositas que va a ver cuándo entremos—aclaró el anfitrión, riéndose ante el gesto de asombro de la reportera.


—Yo tengo muy buen gusto. No soy ese gamín que ustedes los de la prensa quieren mostrar. Me gustan las cosas finas. ¿Para qué soy bueno?, ¿qué quiere hablar conmigo? —dijo Pablo—como lo llaman en Medellín, sin mencionar el apellido— sin transición, hablando suave, pausado.


—Vengo a que hablemos del bisnes*(1) —dijo la periodista mirándolo a los ojos.

— ¿Cuál bisnes, muchacha? —respondió el hombre, mientras sus ojos se oscurecían.


—Del bisnes, del bisnes del negocio de la droga—insistió la reportera

— ¿Droga? ¿Bisnes? Usted está medio loca, porque yo no sé de qué está hablando—expresó Escobar, hablando en un tono mucho más alto.


—Bueno, estoy hablando del negocio de la droga del cual habla la Embajada de Estados Unidos. Ellos dicen que vale más de dos mil millones de dólares y que usted ha montado un cártel de las drogas, que funciona como el cártel del petróleo. Que es por eso que usted ingresó a la política para tratar de legalizar el negocio en Colombia, ya que su cártel impone condiciones de compra de las hojas de coca en Perú y Bolivia, y ha convertido a Colombia en una enorme “cocina” para fabricar cocaína…—explicó la periodista, mostrándole la documentación de la DEA.*(2)


—Estoy hecho. Mi gente me recomienda que tenga una cita con usted y yo la mando a traer en Mercedes Benz, la recibo en mi casa y usted viene a insultarme. Aquí todo el que quiere aparecer en la prensa sólo tiene que acusar al señor Pablo Escobar de algo malo y listo: sale en las noticias, en la primera página de los periódicos. Usted está repitiendo como una lorita todas las mentiras que dicen los de la Embajada y el perro de El Espectador. Usted quiere hacerse famosa conmigo. Yo soy un caballero y pensé qué, si usted era una buena periodista como me dijeron los amigos que la recomendaron, yo podría hablar con usted de mis proyectos, de ayudar a la gente necesitada, pero me resultó cagada—replicó Escobar, parándose frente a la reportera.


—Don Pablo, si a usted no le gusta lo que dicen la Embajada de Estados Unidos y don Guillermo Cano en El Espectador, dígame su propia versión—dijo la periodista.


Foto de PabloPablo Escobar frente a la casa blanca


—Llámeme Pablo. A mí no me gusta para nada el con don. Mi versión es que yo soy un hombre de negocios, con una buena visión para hacer cualquier bisnes. Cuando estos caballeros no ven nada, yo veo el negocio pulpito y por eso me va bien. Por eso hice Medellín Sin Tugurios y les construí mil casas a los pobres. Usted misma vio que cuando el perro de Diego Calle (el gerente de Empresas Públicas de Medellín)* (3) no me quiso dar el permiso para los servicios públicos, tuve que acudir al propio Concejo. Soy así: directo y al grano. Yo tuve un negocio de bicicletas en Carabobo y me fue muy bien, cuando apenas tenía 18 años; luego a los 20 años, me pasé al negocio de carros y también me fue bien. Ahora exporto flores y me va mejor. Es que los oligarcas son unos envidiosos que cuando ven a los hijos de los pobres montando un BMW, o un Mercedes, ya uno es pícaro, ladrón de carros y trafica con droga—respondió Escobar, ya más tranquilo.


— ¿Y qué clase de flores cultiva usted que le va tan bien? ¿Dónde puedo verlas?, indagó la periodista.


—En otra oportunidad se las muestro. Como le digo, sobre mí sólo dicen mentiras, en especial, los de Bogotá —expresó el capo con voz contenida.


—Hay otra cosa que le pido aclarar con sus negocios de cuando era joven—indagó la reportera.


—Desembuche lo que sea— replicó mirándola fijamente.


Mire, que cosa tan curiosa. Yo estuve indagando sobre usted en la carrera Carabobo, donde usted dice haber tenido su negocio de bicicletas. Y en Juan del Corral donde dice que quedaba su negocio de carros. Las personas que trabajan por esos rumbos no recuerdan ninguno de sus dos negocios.  Tampoco Mario, el dueño del Clement’s, el negocio de repuestos de bicicletas; ni Gabriel, el dueño del negocio de revistas; ni  El Gordo Héctor, del taller de bicicletas y motores; ni  Tello el dueño de la tienda de la esquina de Carabobo. Todos dicen que usted no tuvo ningún negocio allá y/o por lo menos, ellos no lo recuerdan. Pero, en cambio, en la Avenida Juan del Corral hay quienes aseguran que usted no tuvo negocios de carros, sino que se los robaba en compañía de Hugo Vago, un reconocido jalador de carros —anotó la reportera.


—Eso lo dicen porque seguro que el perro de Monroy (Carlos Gustavo Monroy Arenas), el del DAS los amenazó para que dijeran que yo nunca tuve negocio en Carabobo y que yo robaba carros. ¿Usted si ve como me persiguen…?—dijo Pablo, hablando quedito.


--No creo que Monroy los obligara a mentir. Ellos, los de Carabobo, recuerdan que usted iba con su hermano Roberto, quien era ciclista. Pero nada acerca de que usted tuviera negocios allá. Además, Monroy está muerto. Hay quienes aseguran que usted ordenó su muerte--.


--¿Pero no ve como me persiguen? Hasta me achacan la muerte de ese perro de Monroy que vivía encochinando gente pa’ dale gusto a los gringos de la embajada y al vendepatrias de El Espectador, gente que me odia. A Monroy debió quebrarlo alguno al que encochinó para que le quitaran la visa…


 


— ¿Y por qué lo persiguen los de la Embajada, los de El Espectador, Monroy, el Das? —preguntó la reportera.

—Ya se lo dije, porque soy un visionario y me va bien en los negocios, en la política. En el Congreso ahora mismo estamos demostrando que el ministro Lara Bonilla si recibió más de un millón de pesos de Evaristo Porras, pero ustedes, los de la prensa, en lugar de estar atacando a Lara por vendido, la emprendieron contra Evaristo, contra los Ochoa, contra Lehder, contra mí. El perro de Guillermo Cano está vendido a la Embajada de Estados Unidos y les publica todas las mentiras que han inventado contra mí. Si yo fuera así de bandido como ellos dicen, ¿usted si cree que la gente me quisiera como me quieren en Medellín, en Rionegro en Europa, en Suramérica, en Río claro? Donde quiera que voy todo el mundo me quiere—respondió el hijo de don Abel Escobar y doña Ermilda Gaviria.


—Pero en su directorio político lo obligaron a renunciar…


—Que esperar de los políticos. Usted sabe que ellos son así…


—Pero si la Embajada y El Espectador mienten y a los de Carabobo y Juan del Corral, el DAS los obliga a mentir, ¿cuénteme porqué don Abel, su papá no acepta su dinero? —preguntó la reportera.

—Usted se me está volviendo faltona, pero le respondo. Lo que pasa es que don Abelito Escobar es un hombre muy orgulloso, muy en su punto. A mi padre no le gusta que nadie le regale nada, ni siquiera sus hijos. Yo no sé qué novela ustedes los periodistas se están inventando con Abelito, pero él es un hombre de honor. Un hombre de palabra—replicó Escobar casi lívido.


—Entonces, puedo decir que de su padre usted aprendió a tener palabra. Que por eso, para hacer un negocio con usted sólo hay que darse un apretón de manos…—


—Simón. También le voy a decir lo que pienso que es el gran secreto del éxito del bisnes del que usted habla: es que el negocio da de uno a 500. Es decir, usted pone un pesito y se gana quinientos pesos. No hay un negocio que rinda más. Yo como un empresario lo veo así. Además, va a ser el primer negocio globalizado del mundo, no hay manera de pararlo—afirmó el capo mirando a la reportera a los ojos.


— ¿Globa qué?—inquirió la periodista.

—Es que el mundo se va a globalizar.*(4) Todos los países van a comprarse y a venderse. Creo que ni siquiera cuando legalicen la droga podrán parar el negocio. Así pasó con el alcohol en los Estados Unidos. Y si a los gringos les gusta darse en la cabeza, no van a parar de soplar. Miami, Los Ángeles, Nueva York están llenas de gente de todas partes del mundo que negocia, pero eso no lo ve la Embajada de Estados Unidos, ni la basura de (Guillermo) Cano, se lo digo porque yo trabajo con gringos y tengo negocios de flores en esas ciudades—explicó Pablo.


—Su negocio se extiende hasta Nueva York y Los Ángeles, pasando por Miami…— comentó la reportera


—Sí, ya le dije que a mí me va muy bien con la exportación de flores—anotó Pablo


—Por lo visto, muy exóticas—dijo la reportera con sorna.


—Imagínese, la gente se mata por ellas—replicó Pablo en el mismo tono.


—Usted es muy preguntona. Tengo hambre. La invito a almorzar—expresó sonriendo.


La misma señora trajo una deliciosa sopa, arroz, ensalada y jugo.


Sonó el teléfono. Pablo respondió. Escuchó un par de minutos.  “Dígale que a mí no me faltonea nadie”, respondió quedito y colgó.


 


— ¿Es cierto que cuando a usted alguien no cumple con su palabra, o lo traiciona usted lo mata? —dijo la reportera.


foto de pabloPablo Escobar


—Mire, lo que pasa es la gente se pone faltona. Dicen que sí, se comprometen y luego, si te vi no me acuerdo. Aquí hay mucho faltón que se quiere quedar con lo ajeno y así no se vale. Hay que trabajar derecho, aunque se viva torcido—afirmó más que dijo “El Padrino” de la mafia colombiana.


—Pero matar a alguien por robarse algo es realmente horrible. ¿Es por eso que todo aquel que le queda mal en un negocio, usted lo mata y es por eso que usted ha creado un ejército de sicarios, entrenados por comandos israelitas, conseguidos por El Gordo Israel, el judío de Juan del Corral? — preguntó la reportera.


—Y dele con las matadas. M’hijita, a usted le metieron el delirio de persecución contra mí. Yo soy un hombre pacífico, amante de la naturaleza, de los animales, por eso tengo un zoológico, el mejor de América Latina y muy pronto del mundo. Yo no tengo sicarios. Lo que pasa es que un grupo de empresarios nos unimos para protegernos de los grupos guerrilleros y para defenderse hay que tener armas. No nos vamos a defender con oraciones al Niño Jesús y con estampitas de la Virgen. Ahora, si uno se va a defender de los bandidos, de los guerrillos, de tanto envidioso que quiere hacer daño; tenes que buscar a alguien que sepa defenderse y los israelitas tienen los mejores comandos, las mejores técnicas de defensa y de ataque. Yo solo me codeo con lo mejor—explicó Pablo muy serio.


—Entonces es cierto que ustedes han creado unos grupos de autodefensa y de sicarios, y nosotros, en este momento, estamos hablando del MAS, Muerte a Secuestradores…—replicó la periodista.




—Yo estoy hablando de cómo nos tenemos que defender; de cómo nos están secuestrando los hijos, las esposas, los padres, los hermanos. Pero eso no lo ve el gobierno, ni la prensa de Bogotá. Para ustedes los de El Tiempo, nosotros también somos bandidos, cuando aquí los bandidos son los guerrillos, los ministros mentirosos, a los que les gusta el billetico. Ustedes son aliados de El Espectador; todos son unos traidores a la raza, unos vendepatrias—afirmó Escobar mostrando un montón de periódicos de El Tiempo y El Espectador y revistas Semana, con su foto en portada.


—Por qué no hablamos un poco más sobre política. ¿Es cierto que quiere ser presidente de Colombia?


--Quiero participar en política. Quiero tener voz en el Congreso y pedirles cuentas claras al presidente y a los secretarios de despacho y a los funcionarios. Yo soy muy bueno haciendo cuentas. Yo no entiendo como los costos se triplican, sin terminar las obras. Y se quedan así. La gente protesta, pero ustedes, los de la prensa, no lo publican. ¿Se acuerda del lanzamiento de Medellín sin Tugurios, como lo ignoraron ustedes?* (5) Tampoco dijeron esta boca es mía cuando el perro de Diego Calle se negaba a darle los servicios públicos a Medellín Sin Tugurios. Tuvimos que lanzarnos a la calle, armar un bochinche grande para que la prensa se dignara publicar algo. Ustedes los de la prensa no es que sean muy honestos. No publican sino lo que les conviene. Semana lo único que tiene que hacer para vender sus ediciones es poner a Pablo Escobar en la portada. Listo. La edición se agota. ¡Ay! Si contara secretos. Por ejemplo, cómo se organizaron las campañas políticas de 1982* (6). Las giras. Pero soy una tumba cuando doy mi palabra en un negocio.


Yo quise y quiero conocer el parlamento por dentro. Prepararme. Hacer debates. Preguntar por las obras con conocimiento de causa. No quiero hablar pendejadas, ni preguntar bobadas. Por eso quise ir al Congreso. ¡Pero qué gurrero tan teso! Los políticos son unos faltones. No sé cómo hacen. Esos manes dicen si y es no. Dicen no y es sí. Así son en todo el mundo. Que ralea tan brava, tan faltona y tan ladrona. A usted le presentan un man de esos y ahí mismo le pide plata. Yo le tengo más miedo a negociar con los políticos que con los hampones. Un malevo es un hombre de palabra. Un man de ley. Es la única manera de tener cartel cuando estás con criminales. Los políticos no. A usted le dicen si y a mí me dicen no, hablando del mismo negocio al mismo tiempo. Son gente sin palabra, sin compromiso. Son unas verdaderas chandas.


--¿Parece que su participación en política no ha sido una buena experiencia?—


--Buenísima. Ahora sé cómo hablar con ellos. Es que en cada sitio hay un lenguaje para negociar y lo que hay que entender es encontrar el precio adecuado. Cada persona tiene un precio, material o sentimental.*(7) Usted averigua cual es el precio y gana el negocio. Ese es mi secreto. Sé cuál es el precio de alguien cuando negocio. Por eso mi éxito con las flores. Mi participación en política es una buena experiencia, aunque es el motivo por el que me acusan de criminal, me llaman mafioso y los perros arrodillados de aquí y los de la embajada de Estados Unidos me persiguen como galgos ingleses. Pero yo soy un ídolo del pueblo—respondió Pablo señalando los periódicos--. Los de Semana me sacan todas las semanas para vender revistas…--


En ese momento lo llaman por teléfono. La reportera se levantó para dejarlo solo. Pablo sonrió y apagó la grabadora. “Quédese”, dijo. Parece que hablaba con una mujer. “Ya le dije que puede quedarse con todos los anillos y los collares, menos con ese. La dejo que me están entrevistando los de El Colombiano de Bogotá” y colgó.


— ¿Por qué no me muestra el resto de la casa? ¿Puedo tomar fotos? —indagó la reportera.


—Ni riesgos. No puede tomar fotos. Estamos en mi casa. El hogar de mi familia. Pero venga entremos—dijo Pablo, abriendo la enorme puerta de madera labrada, con incrustaciones de bronce.


Por dentro, la casa es aún más espectacular que por fuera. Pinturas y esculturas de los más conocidos artistas adornan el recibidor, la biblioteca, la sala, el comedor y la cocina. El recibidor es copia del recibidor del Palacio de La Moncloa, en España. La sala principal es una copia de la sala de la Casa Blanca—con chimenea y todo--  y hay una foto de Escobar con su hijo frente a la misma. El comedor principal es copia del comedor del castillo de Catalina La Grande, en Rusia—incluyendo el árbol de oro y el búho que da la hora. El baño es una copia del Taj Mahal. Las alcobas tienen copias de los murales de la Capilla Sixtina y el Palacio de Versalles en las paredes y en los techos.  La biblioteca tiene muchos libros en varios idiomas—incluyendo una copia de El Padrino autografiada por el mismísimo Mario Puzzo.


— ¿Es cierto que Don Corleone es su ídolo? ¿Es verdad que usted quiere parecerse a él? —preguntó la reportera.


—Yo lo admiro mucho, pero no puedo parecerme a él. Don Corleone era mafioso y yo no lo soy. Ya le dije que soy un empresario honesto—fue la tajante respuesta de Escobar.


—Don Corleone era un hombre modesto, amante de la familia, preocupado por el bienestar de la sociedad en que vivía; creía en la libre empresa, pero en el monopolio de su negocio; capaz de comprar a los políticos y a los jueces, con amigos entre los periodistas…—comentó la reportera.


—Pare el carro. Aquí el experto en “Padrinología” soy yo. Don Corleone era un hombre con gran poder, por eso se entendía con otros hombres poderosos— dijo Pablo muy agitado.


—Usted cree que ¿tiene o puede tener un poder como el de Don Corleone? —indagó la periodista.


—Mire, a pesar de todos los ataques infundados de la prensa, a mí me buscan los políticos; los banqueros del mundo entero* (8), me envían hasta aviones privados para hacer bisnes conmigo--. También me buscan los dirigentes, los empresarios, los líderes populares. Soy socio no sé de cuántos negocios—todos limpios—no me gusta invertir en cosas turbias. Todos quieren conmigo.


En ese momento apagó de nuevo la grabadora por un rato. Citó a varios bancos con los cuales, según dice hace negocios y le brindan asesoría financiera para invertir.


Para la gente yo soy un ídolo que les da una casa, un mercado, un trabajo. Soy un político interesado en su pueblo. Si un amigo está en problemas, lo ayudo. Que lo secuestran, yo lo libero. Qué necesita que un hijo estudie,yo  le pago la escuela. A todos los que trabajan para mi les doy su casita, los trato bien, comen lo que yo como, les mando los hijos a los colegios, a la universidad. Ellos están cerca de mi familia y debo estar seguro de que nadie se va a vender por un peso. A los que hacen negocio conmigo, les garantizo sus inversiones. Como le digo a mi me busca todo el que está interesado en un negocio exitoso. Saben que no me pueden faltoniar. Si eso es poder, yo soy un hombre poderoso—respondió Pablo, abriendo el libro y leyendo la parte de la fiesta, donde el dueño de la funeraria pide justicia para que el ataque a su hija no quede impune.  


Pablo no puede ocultar su admiración por Don Corleone. Se sabe casi todo el libro de memoria. En los comentarios que hace sobre la situación internacional, usa muchas de sus frases. Es un verdadero experto en cuestiones de banca, finanzas y política internacional. Domina los términos económicos como todo un experto.  Y conoce los problemas de Colombia, Antioquia y Medellín a fondo. Pudiera ser un  ser un congresista, diputado o concejal muy bueno.


—Don Corleone quería que sus hijos fueran abogados, médicos, que no tuvieran nada que ver con la Familia, pero el destino los volvió capos y los llevó al mismo centro de la lucha por el poder de la Mafia. ¿Pudiera ese ser el caso de su familia? — dijo la reportera.


—Ni riesgos. Mis hijos no tienen nada que ver ni con la Mafia de Estados Unidos, ni con la Mafia colombiana. Mi hijo juega con computadores, arma rompecabezas, estudia inglés. Va a ser un gran empresario—afirmó Pablo.


--¿No cree que sus problemas, así no sean ciertos, puedan afectar a sus hijos?


--No creo. Espero que los acepten como aceptaron a los Kennedy. De contrabandistas y mafiosos a la presidencia. Es el poder de los verdes (los dólares). ¿Por qué en Colombia va a ser distinto?—


--¿Cree que eso puede ser posible? ¿Qué su hijo o su sobrino llegue a la presidencia?


--Niña, a usted se le olvida que todos los imperios han sido construidos a base de sangre y fuego. De los ingleses a los rusos y ni hablar de los magnates gringos. Usted cómo que sólo se documentó con los pecados que me achacan y no en los demás ricos del mundo y de Colombia.  


--¿Es cierto que usted habla siciliano?


--Simón. También hablo calabrés y napolitano, por cierto, muy parecido al español—dijo riéndose.


--¿Conoce a Italia?—


--Cuando ustedes, los de la prensa, comenzaron a llamarme mafioso, me entró curiosidad y empecé a investigar sobre los mafiosos. Fui de paseo a Italia. Allá nos quieren mucho a los colombianos. Me trataron muy bien y me hice amigo de mucha gente de negocios, lo mismo que en España. Allá  tengo muy buenos amigos también muy poderosos. También fui a Estados Unidos. Mi visa es legítima. Pero me quedo con los italianos. Gente muy querida y muy seria pa’ los bisnes. Hombres de palabra, como yo, como Don Corleone.


—Usted cree que a usted le puede pasar lo que a Don Corleone y que algún día traten de matarlo—preguntó la periodista.


—No lo creo, estoy seguro que van a tratar de matarme. Como están las cosas, en Medellín es difícil llegar a viejo. Pero yo creo que yo sí voy a llegar a viejo. Cuando eso pase, me iré a mi finca con mi esposa, a mi zoológico, a mis animales…—


--¿Le gustó Estados Unidos?, ¿qué tal le parecieron los gringos?


—No mucho. Creo que los gringos son 200 millones de idiotas manejados por un millón de hombres inteligentes. Pero me sorprendieron, sobre todo la gente de Wall Street. Gran sorpresa me dieron. Ellos me buscaron para asesorarme en el negocio de la exportación de flores. Estoy estudiando inglés para entenderme con ellos. Me buscaron ellos y eso que aquí me llaman mafioso, bandido y asesino. Para ellos solo soy un empresario exitoso, lo mismo me pasa en Miami, Los Ángeles, Roma, Madrid, Frankfort…


— ¿A todos esos sitios exporta sus flores?


No respondió y miró el reloj.


 


— ¿A qué le tiene miedo?


—A misiá (su esposa) y a llegar a viejo, porque los viejos se vuelven blanditos…


 


A lo lejos brillaba Medellín. La reportera se quedó mirando las montañas, ya cubiertas de casas con las luces encendidas. Esa noche no pudo dormir.


(1)   Desde el principio los narcotraficantes llamaron bisnes a su negocio. Es una expresión del inglés business que significa negocio. Estados Unidos era y sigue siendo el primer consumidor mundial de psicotrópicos, según Naciones Unidas y el Congreso de USA.


 



(2)   En esa época era muy difícil conseguir información internacional de la ONU y el Departamento de Justicia de USA. La DEA apenas se estaba formando. Y Pablo alegaba que todo lo que El Espectador publicaba eran mentiras de don Guillermo Cano. Por eso, don Enrique Santos Castillo ordenó llevar el original para la entrevista.


(3)   Los debates en el Concejo de Medellín contra Diego Calle Restrepo por negarse a darle servicios públicos a Medellín sin Tugurios fueron ciertos.   


(4)   El lanzamiento de Medellín sin Tugurios se hizo tres veces—entre 1980 y 1982—por el silencio de los medios. Solo Medellín Cívico, el periódico de Pablo Escobar lo publicó con gran despliegue. Hasta su propio noticiero lo despachó con una nota de 30 segundos en el estadio, donde mezclaban el recuento del partido con el lanzamiento.


(5)   La globalización se hizo realidad a mediados de los años 90s. Algunos autores dan su posicionamiento a partir de 1996. En 1984 Pablo alegaba que los narcóticos eran el primer producto globalizado del planeta.


(6)   Los informes de la CIA y el Departamento de Estado de USA afirman que en Colombia  el narcotráfico ha infiltrado las campañas políticas desde los años 70s.


(7)   De este razonamiento acuña su famosa frase: plomo o plata, cuyo argumento era imposible de ignorar.


Para los analistas de Naciones Unidas, sin controlar el blanqueo es imposible controlar el narcotráfico. En 2015, la entidad calculaba el valor económico del narco en 600.000 millones de dólares anuales, en efectivo y sin pagar impuestos.


Tomado del Facebook del periodista Óscar Domínguez.

No hay comentarios.: