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 BLANCO Y NEGRO

LA INVASIÓN DEL DESESPERO

Por Gabriel Ortiz 

Antes de empezar el tercer año del gobierno Petro, Colombia está en poder del hampa, el crimen, el desespero, la corrupción y la incertidumbre.

Para los electores de quien hoy gobierna, todo lo prometido se ha logrado, mas desacreditado por la acción de una insensata oposición que quiere derrocarlo con golpes blandos o lo califican incapaz de manejar un país tan difícil.

El mandatario que, llegó con espíritu y vigor de camaradería para rodearse de gente experta y calificada, no pudo escapar a la consejería de sus camaradas y aspirantes a las más altas posiciones de la gobernanza.

Excelentes ministros y funcionarios se le entregaron con las mejores y desinteresadas maneras de alcanzar un mandato claro, bueno y progresista, como lo esperaban los electores.

Antes de la posesión, se escuchaban críticas sobre desenfrenos del nuevo gobernante, pero se aspiraba a que sus cambios no fueran tan bruscos y contraproducente. La economía requería una fortaleza que superara los rigores de la pandemia que tanto nos golpeó. Todo había que manejarlo con los dedos de cirujano que tenían las manos de quienes lo acompañaron con toda solidaridad. Sus amigos y amigas de compañía, se desesperaban en la medida en que transcurría el tiempo. Querían con afán, ver sus nombres en el computador de palacio.

Creyó Petro que las cosas marcharían como si aún fuera el fogoso parlamentario, o el dudoso  alcalde de la capital, experto en comprar deteriorados camiones o carros repletos de basura Neoyorkina.

Consideró que su paz total, le daría liderazgo internacional, para lo cual continúa actuando sin dar tregua al avión presidencial y, pausa a los fondos públicos para sufragar los viáticos de sus acompañantes.

La marca mundial que posee en retraso, gestión e incumplimiento, empezó a reflejarse en desgobierno, violencia, equivocación, corrupción y toda esa suerte de aparatosas decisiones.

La inseguridad ronda por todos los lugares del país, ensañada por los innumerables grupos guerrilleros que a diario lo engañan con supuestos diálogos y lo obligan a decretar ceses al fuego para poder actuar a sus anchas en el negocio del narcotráfico. Hoy grupos campesinos presionados y amenazados, secuestran piquetes de militares de hasta 100 hombres. La guerrilla maneja a su antojo las operaciones en pueblos, veredas, municipios y hasta en los barrios de la capital del país. La extorsión aflora a lo largo y ancho de una Colombia resquebrajada e inerme. Hay cierres de numerosas escuelas y universidades para reclutar jóvenes que viven en la pobreza. No hay empleo, la inflación empobrece y aumenta la informalidad. 

Petro quiere llevar a la ruina a la Ecopetrol, “la joya de la corona”, con impuestos, pésimas inversiones para beneficio de Venezuela y la eliminación de un negocio sobre fraking en Estados Unidos. Como si fuera poco, anuncia el establecimiento de un sistema de inversión forzosa, que arruinará a los ahorradores ricos y pobres, y al sistema financiero. Expertos economistas califican esto como el inicio de la expropiación de los “Maduros”, que han sido sus consejeros.

La inversión extranjera cae, al igual que nuestras exportaciones, mientras la deuda se eleva y el gasto público y el dólar, arañan el cielo.

Hoy nos invade el desespero, al ver nuestro país, al borde del desastre. Y… Petro ahí. 

BLANCO: El avance de Kamala Harris, que sube en las encuestas, mientras su adversario Trump es calificado como viejo gruñón que quiso endilgarle a Biden. 

NEGRO: El fracaso del llamado de Petro a la clase empresarial en Manizales.      


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